jueves, 12 de junio de 2014

LA PRESENCIA DE LO DIVINO

Las primeras apariciones del concepto “presencia de Dios” provienen de los relatos de Moisés durante el periodo vivido en el desierto. El Sheken lo llamaban y era eso indescriptible de cierta forma que les hacía saber que venía de parte del creador, algo o alguien que se presentaba a favor de ellos. La presencia del creador en estos relatos tomó un carácter protagónico por su oportuna aparición y por su habilidad de generar confianza en los lectores. Es Dios mismo quien decidía en que momento irrumpir de manera espectacular, impresionando a cientos de miles de personas, librándolos del frío, del calor, de morir ahogados y de la hambruna entre otras cosas. Hoy en día al leer estos relatos de Moisés es fácil caer en la percepción de que esta presencia tiene esa función y que está a la orden de todo “el que crea”. Considerando este postulado es que debo manifestar mi total disconformidad con esta “presencia”, con el Sheken o marketeado hoy en día como shekiná.

El sistema creado por personas que alguna vez oyeron hablar de Jesucristo como el enviado de Dios o mesías se ha distorsionado tanto del mensaje entregado por Jesús que es casi imposible identificar las columnas principales y la fuente de inspiración por la cual vivía Jesucristo en medio de seres humanos. Jesús, al referirse a su presencia, hace referencia a sus enseñanzas y a su espíritu, quien habría de manifestarse cuando Él dejara la condición humana. La misión de este espíritu sería la de permitirle al ser humano visualizar la fotografía completa y tener una visión clara del mensaje de lo que Jesús deseaba y empoderaba. En este relato han transcurrido muchos años, los tiempos han cambiado, existen otras necesidades, preocupaciones e intereses en la sociedad. Jesús vivió una etapa del país bajo invasión extranjera, una época de conflicto político, la cual era muy distinta de la época del Sheken, la época del descubrimiento y conquista de la tierra prometida. Con Moisés no había nada, con Jesús ya se había constituido una nación, habían tenido reyes, toda una constitución y tantas reglas fueron necesarias para llegar a ser lo que eran. Tenían sus héroes, historia y también sus leyendas. En resumen, en la época en que Jesús se aparece como ser humano, ya existe una forma de identificarse, una forma de pensar, con mecanismos muy estructurados, ya existe la definición de lo correcto y lo incorrecto, existe un establecimiento patriótico que determina donde debe estar la presencia de Dios y donde no debe estar. El tiempo, el trajín, la experiencia, los años de recorrido les ha brindado el privilegio de saber que Dios es de ellos. Que Dios es israelita y que eso nunca cambiará, porque así comenzó todo, según el relato.

Con Jesús la presencia de Dios es tan potente como palpable, es el sheken hecho carne, esa fuerza nuclear capaz de crear, capaz de abrigar, dar sombra, capaz de refugiar y proteger, ese poder incalculable envasado de cierta forma en un ser humano, con nombre y procedencia local. Algo inentendible según la experiencia y la trascendencia de un pueblo que se sabe escogido y exclusivo. Este Jesús es un cambio de conceptos y creencias total y ya no viene a generar abrigo o sombra, ha cambiado sus maneras de expresarse con el pueblo que lo rodea. ¿por qué? Tal vez porque Dios es contemporáneo, porque Dios es eterno. Jesús enfoca su vida de manera adecuada a la necesidad que tiene el hombre, lo más preciado que existe sobre la faz de la tierra. Aquello por lo que todo ser humano vive, aquello por lo que todo ser humano muere, aquello que llevó al hombre a desafiar al creador, aquello llamado felicidad. Jesús aparece en medio de los hombres para enseñarles el camino a la felicidad. Tan sencillo como suena.
Es su presencia anunciando que no se trata de hablar lo correcto, que no se trata de cumplir las reglas del juego, que no se trata de cumplir con lo establecido, que simplemente se trata de ser feliz. Pero nadie puede ser feliz de manera individual y eso lo dejó muy claro, por eso nos enseñó el camino a la felicidad, que sólo puedo ser feliz cuando el que está a mi lado me concede el privilegio de ser feliz y ese que está a mi lado sólo puede ser feliz cuando yo le brindo el privilegio de ser feliz. Comprender que de mí depende que mi prójimo sea feliz es la esencia del sheken. Ese espíritu de Dios, ese Sheken, en medio nuestro y en nosotros, nos permite ser el Sheken que brinda la posibilidad a otro de ser feliz. Es como el matrimonio, nos enamoramos y anhelamos unir nuestras vidas a otra persona porque aun en nuestra inconciencia existe el deseo de ser feliz y sabemos que con esta persona lo lograremos. Yendo más allá, está graficado de igual manera en las escrituras, la conclusión es una boda entre aquellos que portan el sheken y el creador.
Esta estructura que se ha embanderado como promotores de todo lo relacionado con el creador, desde tiempos antiguos ha buscado sustentarse y para sustentarse ha recurrido a estrategias  de financiamiento. Estas estrategias han llamado a la existencia de membresías y las membresías de “la organización” se ha masificado de tal manera que hoy en día este sistema es de carácter mundial, se divide por opiniones e interpretaciones de todo lo dicho y busca que todo el universo se una a ellos con el fin de que algo ocurra. Uno de los problemas principales de esta estructura es que en vez de comprender la contemporaneidad del creador, han generado una mezcla de conceptos y tiempos que no les permite avanzar en lo principal, hacer feliz a su prójimo.

Es por eso que vemos que hoy en día el Sheken sigue siendo algo extraño al ser humano, algo desconocido, algo sorpresivo que en primer lugar toma un lugar importante en la entretención de las audiencias. Es un sheken, al cual se invoca para que brinde calor y sombra cuando es necesario y que enfoca su manifestación en las sensaciones y emociones de los feligreses con el fin de que en esos momentos sean felices. Se ha limitado el accionar del sheken a un ritual, una invocación, la cual tiene un periodo limitado de duración y su efecto es adictivo. Estos rituales generalmente se dan en las reuniones de la estructura, en los momentos en que esto se predispone por parte de quienes saben hacerlo y apela al deseo de todo ser humano, sentirse bien, en otras palabras ser feliz.


Hay quienes han hecho de esta búsqueda constante del ser humano, un negocio. Ofrecen este sheken que da sombra y abrigo a cambio de dinero, a cambio de valiosas pertenencias, excusando la intención con la oportunidad que el creador brinda a los hombres de demostrarle cuanto le valoran, cuan importante es para ellos el sheken y cuan comprometido están con la estructura donde militan.
El enfoque “express” de la industria actual y la manera de funcionar industrializada basada en lo desechable ha hecho creer a la humanidad que esa “presencia” es limitada, tiene vida útil, momentánea y que para recuperarla se debe realizar los pasos requeridos de manera constante.

El sistema perdió de vista el objetivo, hacer feliz a otros.


Lo único que puedo pronosticar es que este sistema pronto perderá a sus insatisfechos integrantes que lo único que saben es intentar ser felices. Abandonarán este sistema para ser felices eternamente.