lunes, 11 de junio de 2012

ESPERAR



Salmos 130:5-7
Espero en el SEÑOR; en El espera mi alma, Y en Su palabra tengo mi esperanza.
Mi alma espera al Señor Más que los centinelas a la mañana; Sí, más que los centinelas a la mañana.
Oh Israel, espera en el SEÑOR, Porque en el SEÑOR hay misericordia, Y en El hay abundante redención.

Romanos 8:24-25
Porque en esperanza hemos sido salvados, pero la esperanza que se ve no es esperanza, pues, ¿por qué esperar lo que uno ve?
Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia (perseverancia) lo aguardamos.
 

Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento describen nuestra existencia en relación a Dios como una relación de espera. En el salmista hay una espera ansiosa; en el apóstol hay una espera paciente. Esperar significa no tener y tener al mismo tiempo. Porque no tenemos lo que esperamos; o, como dice el apóstol, si tenemos esperanza en lo que no tenemos, entonces esperamos aquello. La condición de la relación del hombre con Dios es primero que todo una de no tener, no ver,  no saber, y no alcanzar. Una religión en la que eso se olvida, no importando cuan estática o activa o razonable sea, remplaza a Dios por su propia creación de una imagen de Dios.
Nuestra vida religiosa está más caracterizada por ese tipo de creación que por cualquier otra cosa. Pienso en el teólogo que no espera a Dios, porque lo posee, encerrado dentro de una doctrina. Pienso en el estudiante Bíblico que no espera a Dios, porque lo posee, encerrado dentro de un libro. Pienso en el hombre de iglesia que no espera a Dios, porque lo posee, encerrado dentro de su propia experiencia. No es fácil hacer perdurar esto de no tener a Dios, de esperar a Dios. No es fácil predicar cada domingo sin  convencernos a nosotros mismos y a los demás de que tenemos a Dios y podemos disponer de Él. No es fácil proclamar a Dios a los niños y paganos, a los escépticos y secularistas, y al mismo tiempo dejarles en claro que nosotros mismos no poseemos a Dios, de que nosotros también esperamos a Dios. Estoy convencido de que gran parte de la rebelión en contra del Cristianismo es debido  a la evidente o velada declaración de los Cristianos de poseer a Dios, y por lo tanto, también, a la perdida de este elemento de espera, tan decisivo para los profetas y los apóstoles. No caigamos en el error de pensar que, porque ellos hablaban de esperar, estaban refiriéndose meramente a esperar el fin, el juicio y el cumplimiento de todas las cosas, y no de esperar a Dios, Quien habría de traer ese final. Ellos no poseían a Dios; Ellos esperaban a Dios. ¿Pues como puede Dios ser poseído? ¿Es Dios una cosa que puede ser tomada y conocida en medio de otras cosas? ¿Es Dios menos que un ser humano? Siempre tenemos que esperar a un ser humano. Aun en la comunión más intima entre seres humanos, existe un elemento de no tener y no saber, y de espera.
Por lo tanto, ya que Dios está infinitamente escondido, es libre, e incalculable, debemos esperar por Él de la forma más absoluta y radical. Él es Dios para nosotros sólo en la medida en que no lo poseemos. El salmista dice que todo su ser espera al Señor, indicando que esperar a Dios no es meramente una parte de nuestra relación con Dios, sino que la condición de esa relación como un todo. Tenemos a Dios a pesar de no tenerlo.
Pero, aunque esperar no sea tener, también es tener. El hecho de que esperamos por algo muestra que de alguna manera ya lo poseemos. Esperar anticipa aquello que no es real todavía. Si esperamos en esperanza y paciencia, el poder de aquello por lo que esperamos ya tiene efecto dentro de nosotros. Aquel que espera de forma definitiva no está lejos de aquello por lo que espera. El que espera en absoluta seriedad está ya alcanzado por aquello por lo que espera. El que espera en paciencia ya ha recibido el poder de aquello por lo que espera. El que espera apasionadamente ya es él mismo un poder activo, el poder más grande de transformación en la vida personal e histórica. Somos más fuertes cuando esperamos que cuando poseemos. Cuando poseemos a Dios, lo reducimos a esa pequeña parte que conocimos y alcanzamos de Él; y lo hacemos un ídolo.  Sólo en la adoración de ídolo puede uno creer en la posesión de Dios. Hay mucho de esta idolatría entre los Cristianos.
Pero si sabemos que no lo conocemos, y si esperamos por Él para que Él mismo se nos revele, entonces ahí realmente sabemos algo de Él, luego somos alcanzados y conocidos y poseídos por Él. Entonces es ahí que somos creyentes en nuestra incredulidad, y que somos aceptados por Él a pesar de nuestra separación de Él. 
No olvidemos, sin embargo, que esperar es una tremenda tensión. Se opone a toda complacencia de no tener nada, indiferencia o contentamiento cínico hacia aquellos que tienen algo, y la indulgencia en la duda y la desolación. No hagamos que nuestro orgullo de no poseer nada sea una nueva posesión. Esa es una de las grandes tentaciones de nuestro tiempo, porque hay algunas cosas que quedan que las podemos reclamar como posesiones. Y caemos en la misma tentación cuando nos jactamos, en nuestro intento de poseer a Dios, de que no lo poseemos. La respuesta divina para tal intento es un vacío total. Esperar no es desolación es la aceptación de no tener, en el poder de aquello que ya tenemos.
Nuestro tiempo es un tiempo de espera; esperar es su destino especial. Cada momento es un momento de esperar, esperar por la irrupción de la eternidad. Todo el tiempo avanza. Todo el tiempo, tanto en la historia como en la vida personal, es una expectativa. El tiempo mismo está esperando, esperando no por otro tiempo, sino que esperando por aquello que es eterno.


- Paul Tillich

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